Deuda, culpa y saudade

Padres enfrentados. Este verano estuve en Nueva York y visité un mirador de Nueva Jersey desde el que se contempla Manhattan en toda su extensión. En ese lugar, al amanecer del 11 de julio de 1804, Aaron Burr, vicepresidente de Jefferson, hirió de muerte en duelo de honor a Alexander Hamilton.

Tres años antes y en el mismo escenario, había caído en duelo el propio hijo mayor de Hamilton, Philip, de 19 años. Eso da otra dimensión a que ahora se llame Hamilton Park. Justo enfrente, Sully amerizó el Airbus A320 el 15 de enero de 2009 después de chocar con una bandada de pájaros.

El duelo tenía su origen último en el enfrentamiento entre la facción republicana de Jefferson y la federalista de Hamilton. Estos Padres Fundadores habían llevado lo político a lo personal. Los temas de fricción fueron muchos, pero, como ya apuntábamos en nuestra entrada anterior del blog, Hamilton consiguió que la parte republicana aceptase que el gobierno federal asumiese la deuda de todos los estados de la Unión. El acuerdo se consiguió en una cena en la casa de Jefferson el 20 de junio de 1790 a cambio de trasladar la capital del país a la orilla del Potomac, la patria chica de Madison y del anfitrión. Jefferson se arrepintió de esta cesión.

Deuda y culpa. La discusión fundamental entre Jefferson y Hamilton se centraba en el reparto de poder entre el gobierno central y los estados, sobre todo en materia financiera. Determinar quién asume la deuda o los tributos es esencial en la configuración política de una nación, sobre todo si ésta es federal.

Sabemos que la causa inmediata de la deuda pública es el déficit público. Es casi una tautología, pero a veces se olvida. Si revisamos los datos del Banco de España, alrededor del 99% del incremento de endeudamiento autonómico del período 2007-2023 viene por las necesidades de financiación del déficit (más de 266.000 millones de euros). A partir de ahí, el análisis se complica, porque debemos preguntarnos por la causa de dicho déficit. Más que una causa intermedia habría que hablar de un concurso de innumerables causas no observables estudiadas por la literatura científica y que no es posible citar aquí: causasinstitucionales, fiscales, demográficas o causas económicas. Además, la deuda no solo es producto del déficit, sino que también es productor de déficit. Existe una evidente causalidad inversa, dado que, cuanta más deuda, más intereses hay que pagar. Todos estos factores son controvertidos e importantes pero un factor que subyace detrás es el principio de responsabilidad, que podemos considerar una causa fundamental.

En el diccionario de la RAE, además de sus significados más intuitivos de obligación pecuniaria o moral, la palabra “deuda” incluye una tercera acepción: pecado, culpa u ofensa. Como ejemplo, pone un inciso de la anterior traducción del padrenuestro: y perdónanos nuestras deudas[1]. Así se lo recordaban los espectros al burlador de Sevilla antes irse directamente al infierno: no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague. Este desgaste en su vigor semántico no se produce en otros países que, ¿casualmente?, han sido tradicionales defensores de la austeridad presupuestaria. Así, en alemán o neerlandés, Schuld significa deuda o culpa indistintamente.

No seré yo quien desprecie la capacidad de las palabras de portar valores, creencias, o connotaciones, pero no es el objeto de este breve escrito. Otros han hecho ese ejercicio[2]. Lo que queremos destacar es la necesidad de aclarar la asignación de responsabilidades, lo que ahora se denomina apropiación. Que cada palo aguante su vela vamos. Trasunto de este principio es el de responsabilidad o no rescate (no bail out) incluido en el artículo 125 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea y en el artículo 8 de la LOEPSF. Como señala una Sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (Asunto C-370/12 Pringle), este principio trata de asegurar que los Estados miembros y las CC.AA. observen una política presupuestaria sana y garantiza que, cuando contraigan deudas, permanezcan sujetos a la lógica del mercado.

¿La edad de la inocencia o pecado original? Las Comunidades Autónomas (CC.AA.) nacieron sin deuda, más allá de la que las uniprovinciales heredaron de las respectivas diputaciones. A diferencia de Estados Unidos, no se produjo una asignación de deuda al nuevo nivel administrativo. Además, las trasferencias de competencias de gasto no se acompañaron de una transmisión de pasivos financieros que pudiesen estar vinculados a los mismos.

De la Gran Descentralización a la Gran Recesión. Desde mediados de los años 90 hasta principios del presente siglo se produjo en España el mayor proceso de descentralización de los países de la OCDE. Esta intensa cesión de gastos y, en menor medida, de ingresos públicos, se hizo empopada por una economía favorable, que coincide prácticamente con la llamada “década prodigiosa” de la economía mundial (1997-2007). En ese período la Administración Central pasó de una deuda del 53,7% del PIB a un 35,8%. La dinámica autonómica fue diferente. Hasta entrados los años 90 las CC.AA. no superaron el 2% del PIB en su deuda y, cuando se extendió y homogeneizó el traspaso de competencias a las CC.AA. de vía lenta, el endeudamiento alcanzó el 6%, manteniéndose en ese entorno hasta 2008.

Por tanto, las CC.AA. mantuvieron un déficit primario significativo durante los primeros dos decenios del Estado Autonómico. Es lógico pensar que la prioridad era el asentamiento de la nueva estructura territorial pero no se construyó una cierta cultura de consolidación fiscal. Además, la inmediatez de la crisis tras la configuración básica de las CC.AA. no dejó asentar el bisoño marco institucional y permitirle ganar suficiente credibilidad, sobre todo ante los mercados. Según la literatura económica[3], la ausencia de reputación de los gobiernos federales en la disciplina fiscal es determinante para el devenir de restricciones presupuestarias laxas y exceso de deuda.

Cuando se aprobaban los estatutos de segunda generación y el actual de sistema de financiación autonómica, cayó la tormenta financiera y cuando salíamos de ésta, la COVID 19. La respuesta del Estado fue intensa en ambas mediante los mecanismos adicionales de financiación en la primera y con ayudas directas en la segunda.  

Durante las crisis se hizo lo que se pudo para amortiguar los impactos extraordinarios sufridos, pero ahora es el momento de establecer un marco estable y coherente con la configuración territorial que nos hemos dado. La reforma del secular sistema de financiación y la implantación interior de las nuevas reglas fiscales puede ser una oportunidad para reforzar y aclarar las responsabilidades en el ámbito financiero.

Epílogo sentimental. La situación no parece alentadora. Se utilizan muchos eufemismos que aluden al actual estado de ánimo en materia financiera: fatiga fiscal, riesgo moral, …Hace unos años, un ilustre consejero autonómico decía que la imposibilidad de alcanzar los objetivos de déficit inducía a un estado de melancolía. Curiosamente y como explica Rasmussen[4], Hamilton, Jefferson y casi todos los padres fundadores de los EE. UU. murieron profundamente desilusionados con el futuro de la nueva nación. La Historia les desmintió. 

Al final del verano me tomé dos albariños mirando la ría de Aldán desde la casa de un familiar (lo confieso, es mi cuñado). La vista también era preciosa. Caí en ese estado de neblinosa iluminación galaica que ellos llaman saudade. Según un filósofo gallego[5], la saudade es un sentimiento de anhelo indefinido, de apertura sin contornos, de indecisión originaria y previa a toda respuesta concreta, positiva o negativa. Está entre la angustia y la esperanza. Ante la situación descrita, entre el estuario del Hudson y una ría gallega, elijo la ría.


[1] En 1992 se cambió deudas por ofensas en todos los países hispanohablantes, quizá para diluir esa vinculación un poco preconciliar entre la culpa y castigo divino.

[2] Por ejemplo, la filósofa italiana Stimilli, Elettra. Deuda y culpa. Herder. 2020.

[3] Por ejemplo, citada por Diego Martínez https://doi.org/10.38191/iirr-jorr.20.009

[4] Rasmussen, Dennis C. Fears of a setting sun. The disillusionment of America´s Founders. Princeton University Press. 2021.

[5] Torres Queriuga, Andrés. Para unha filosofía da saudade. Editorial Galaxia. Ourense. 2003.

Nuño de Juan Ledesma

Subdirector General de Sostenibilidad y Política Financiera Autonómica en el Ministerio de Hacienda

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